“Morir es dormir… y talvez soñar”
W. Shakerpeare (Hamlet)
La muerte, es una etapa natural en nuestro ciclo de vida, que cómo todo ciclo ha de tener un principio y un fin; pero es muy común encontrar en nuestro medio un temor generalizado hacia la misma y aunque en la religión encontramos un alivio a éste temor, en la promesa de un mundo venidero en el cual poder existir y encontrar la satisfacción y recompensa por una vida equilibrada; la verdad es que la posibilidad de sufrimiento durante ésta, el desconocimiento y la constante de encontrar un cese total a la existencia del ser, hacen que las reconfortantes situaciones planteadas en las distintas religiones frente a la muerte, se vean superadas en la gran mayoría de los casos.
A lo largo de la historia, desde que se tiene registro e incluso desde las mismas pinturas rupestres en las cavernas, vemos la constante del terror infundido por “la muerte” y es que realmente es un mecanismo de conservación, “hay que mantener la vida del individuo a toda costa”.
El ser humano al igual que algunas especies, está programado para ser curioso por lo desconocido, pero al igual mantiene un cierto balance siendo sobretodo muy cauteloso.
Éste sistema funcionó muy bien durante unos cuantos miles de años, pero cuando el humano empezó a establecer un lenguaje, a comunicarse de una forma mas avanzada con los mismos de su especie; desarrolló la conciencia social y sobrevino el acelerado ascenso de su desarrollo. Más tarde encontró que el establecimiento de un lenguaje le ayudó a pasar de lo netamente básico a encontrar componentes mas sublimes en su vida, brindándole las herramientas para preocuparse del que, porque, cómo, etc. y se empezaron a desarrollar las artes, las ciencias… el conocimiento, éste mismo le llevó al pico de su desarrollo, generando una sed insaciable por “conocer”.
La sed por el conocimiento, facilitó la evolución intelectual del hombre, y al mismo tiempo la concepción de un “ser”, mas arraigado al subconsciente de cada individuo, una sensación de invulnerabilidad de especie, sólo flaqueada por el cese del ser, “la muerte”.
Es muy común en nuestro tiempo ver que las personas que acuden de manera regular e incorporan de una forma mas protagónica a la religión son las personas de mayor edad y las personas que se encuentran en una fase terminal de sus vidas; la religión por su parte ofrece a las personas una seguridad basada en la fe, la esperanza de un mundo después del existir físico; los jóvenes en contraste, son la población que mas se aleja de la religión, una de las posibles causas es que no ve la inminencia de lo inevitable, o por lo menos le ve un tanto lejos.
A manera de ejemplo en el anterior caso, podemos evidenciar la repulsión y el conflicto que el hecho de “morir” representa para el individuo y es que la muerte, en la que realmente se ve reflejada la impotencia final del humano por “tener el control”, el desconocimiento de lo que viene, la vacuidad; genera incluso un gran conflicto para las personas que rodean al individuo que se encuentra cercano a la muerte.
La principal respuesta ante ésta etapa del ciclo vital es la negación, es común encontrar que el individuo y sus allegados se aferren tanto a la vida, que incluso, a costa del sufrimiento de la persona se trate de mantener a cualquier costo la vida de éste, a veces hasta el punto de prolongar la vida orgánica, aún en ausencia de una vida consensual y/o mental.
Para cualquier ser humano es difícil hablar de la muerte, tarde o temprano nos veremos afrontando ésta, y es que como dice el dicho, “lo único que no tiene remedio es la muerte”, pero hay que recordarnos constantemente y aunque no siempre sea posible, que así mismo cómo el ser humano, un ser curioso por naturaleza, trata de conservar la vida a toda costa, también trata de mantener la integridad del cuerpo y evitar el sufrimiento.
Es mucho más difícil ver personas sufriendo en estadios terminales, en fases que le proveen gran dolor y angustia, que sufrir por su ausencia.
Ese mismo instinto de evitar el sufrimiento, puede generar el apego a los pacientes en fases terminales por parte de los allegados, pues el hecho de ser egoísta se ve implicado a éste instinto, pero afortunadamente, desde que el ser humano desarrollo el lenguaje y lo puso a disposición de la integración social, pudo sobrellevar sus instintos y lograr entender ciertas situaciones que, cómo en éste caso, pueden beneficiar en última instancia a la persona directamente implicada.
Es importante que como en todo problema se busque ayuda al respecto y aún más importante adoptar una posición concienzuda y madura al respecto por parte de todos los implicados ante la inminencia de la muerte.
Como ya sabemos, no es natural que el ser humano acepte tranquilamente la muerte, pero hay que saber que lo que importa realmente para todos es lo que se deja aquí para cada una de las personas que le rodean.
El sufrimiento no es un precio que las personas deberían pagar por alargar un poco sus vidas llenas de tormentos principalmente físicos y hay que ser concientes de que no es fácil, para nadie, pero finalmente la única persona que de verdad importa en ése caso, la persona que se encuentra en esa situación, es quien se verá beneficiada.
Nuestra aversión por lo desconocido e imposible de alcanzar, nos ha hecho generación tras generación más renuentes a la idea de morir, pero es algo que hay que aceptar y entender, que: “Cada ciclo tiene su inicio y su final”.
W. Shakerpeare (Hamlet)
La muerte, es una etapa natural en nuestro ciclo de vida, que cómo todo ciclo ha de tener un principio y un fin; pero es muy común encontrar en nuestro medio un temor generalizado hacia la misma y aunque en la religión encontramos un alivio a éste temor, en la promesa de un mundo venidero en el cual poder existir y encontrar la satisfacción y recompensa por una vida equilibrada; la verdad es que la posibilidad de sufrimiento durante ésta, el desconocimiento y la constante de encontrar un cese total a la existencia del ser, hacen que las reconfortantes situaciones planteadas en las distintas religiones frente a la muerte, se vean superadas en la gran mayoría de los casos.
A lo largo de la historia, desde que se tiene registro e incluso desde las mismas pinturas rupestres en las cavernas, vemos la constante del terror infundido por “la muerte” y es que realmente es un mecanismo de conservación, “hay que mantener la vida del individuo a toda costa”.
El ser humano al igual que algunas especies, está programado para ser curioso por lo desconocido, pero al igual mantiene un cierto balance siendo sobretodo muy cauteloso.
Éste sistema funcionó muy bien durante unos cuantos miles de años, pero cuando el humano empezó a establecer un lenguaje, a comunicarse de una forma mas avanzada con los mismos de su especie; desarrolló la conciencia social y sobrevino el acelerado ascenso de su desarrollo. Más tarde encontró que el establecimiento de un lenguaje le ayudó a pasar de lo netamente básico a encontrar componentes mas sublimes en su vida, brindándole las herramientas para preocuparse del que, porque, cómo, etc. y se empezaron a desarrollar las artes, las ciencias… el conocimiento, éste mismo le llevó al pico de su desarrollo, generando una sed insaciable por “conocer”.
La sed por el conocimiento, facilitó la evolución intelectual del hombre, y al mismo tiempo la concepción de un “ser”, mas arraigado al subconsciente de cada individuo, una sensación de invulnerabilidad de especie, sólo flaqueada por el cese del ser, “la muerte”.
Es muy común en nuestro tiempo ver que las personas que acuden de manera regular e incorporan de una forma mas protagónica a la religión son las personas de mayor edad y las personas que se encuentran en una fase terminal de sus vidas; la religión por su parte ofrece a las personas una seguridad basada en la fe, la esperanza de un mundo después del existir físico; los jóvenes en contraste, son la población que mas se aleja de la religión, una de las posibles causas es que no ve la inminencia de lo inevitable, o por lo menos le ve un tanto lejos.
A manera de ejemplo en el anterior caso, podemos evidenciar la repulsión y el conflicto que el hecho de “morir” representa para el individuo y es que la muerte, en la que realmente se ve reflejada la impotencia final del humano por “tener el control”, el desconocimiento de lo que viene, la vacuidad; genera incluso un gran conflicto para las personas que rodean al individuo que se encuentra cercano a la muerte.
La principal respuesta ante ésta etapa del ciclo vital es la negación, es común encontrar que el individuo y sus allegados se aferren tanto a la vida, que incluso, a costa del sufrimiento de la persona se trate de mantener a cualquier costo la vida de éste, a veces hasta el punto de prolongar la vida orgánica, aún en ausencia de una vida consensual y/o mental.
Para cualquier ser humano es difícil hablar de la muerte, tarde o temprano nos veremos afrontando ésta, y es que como dice el dicho, “lo único que no tiene remedio es la muerte”, pero hay que recordarnos constantemente y aunque no siempre sea posible, que así mismo cómo el ser humano, un ser curioso por naturaleza, trata de conservar la vida a toda costa, también trata de mantener la integridad del cuerpo y evitar el sufrimiento.
Es mucho más difícil ver personas sufriendo en estadios terminales, en fases que le proveen gran dolor y angustia, que sufrir por su ausencia.
Ese mismo instinto de evitar el sufrimiento, puede generar el apego a los pacientes en fases terminales por parte de los allegados, pues el hecho de ser egoísta se ve implicado a éste instinto, pero afortunadamente, desde que el ser humano desarrollo el lenguaje y lo puso a disposición de la integración social, pudo sobrellevar sus instintos y lograr entender ciertas situaciones que, cómo en éste caso, pueden beneficiar en última instancia a la persona directamente implicada.
Es importante que como en todo problema se busque ayuda al respecto y aún más importante adoptar una posición concienzuda y madura al respecto por parte de todos los implicados ante la inminencia de la muerte.
Como ya sabemos, no es natural que el ser humano acepte tranquilamente la muerte, pero hay que saber que lo que importa realmente para todos es lo que se deja aquí para cada una de las personas que le rodean.
El sufrimiento no es un precio que las personas deberían pagar por alargar un poco sus vidas llenas de tormentos principalmente físicos y hay que ser concientes de que no es fácil, para nadie, pero finalmente la única persona que de verdad importa en ése caso, la persona que se encuentra en esa situación, es quien se verá beneficiada.
Nuestra aversión por lo desconocido e imposible de alcanzar, nos ha hecho generación tras generación más renuentes a la idea de morir, pero es algo que hay que aceptar y entender, que: “Cada ciclo tiene su inicio y su final”.
Autor: Carlos Andrés Ruiz Galeano
2 comentarios:
Un ciclo no tiene ni inicio ni final
Como recuerdo ese ensayo ..... Saludos.
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